sábado, 24 de julio de 2010

cincuenta cuerpos humanos

¿Cómo puede alguien ir a enterrar mas de cincuenta cuerpos humanos, incinerarlos, balearlos, torturarlos, sin que nadie se de cuenta? En el mismo sitio. En menos de quince días. Hace quince días, aquí, en ese lugar, estaba lloviendo torrencialmente. ¿Cómo le hicieron?

A ver… (el tono es de total incredulidad). Esto, no es posible.
Estamos siendo testigos de la peor de las pesadillas que muchos escritores han fabulado. La historia nos ha dado ejemplos terribles de masacres, pero todo apunta a que en poco tiempo, se verán opacados con las muestras de crueldad y saña con que se libra esta guerra, la mal llamada guerra contra el narcotráfico.
Y aunque parece que no se sabe quien trae la batuta en esta sinfonía aparentemente sin ton ni son, el panorama es muy claro para los estudiosos del tema. Las fuerzas del orden que fueron creadas para resguardarlo, son cómplices de los que han dado en denominar malitos. La corrupción campea en todos y cada uno de los cuerpos de seguridad.

Hay indicadores claros de que el principal motor del narcotráfico es el lavado de dinero. Los expertos, como Edgardo Buscaglia, dicen que una de las medidas que realmente combatirían al narco, es la investigación de la procedencia de fondos en muchas y variadas empresas. El considera que nuestro país cuenta con la plataforma fiscal necesaria para rastrear el movimiento de dinero. Y ha ilustrado claramente como en otros países este mecanismo ha dado resultados.
Pero una de las consecuencias inmediatas es la demostración de la capacidad de corrupción que tiene el narco, y es evidente que muchos funcionarios públicos, civiles, militares, de la armada, de todos los confines del país, serían evidenciados. Nos faltarían cárceles para tanta gente. ¿Leyes? Hasta una agencia de investigación de los Estados Unidos puso en claro cómo es que quienes son denunciados, aprehendidos y encarcelados, gracias a los procedimientos legales o ilegales, a los resquicios de las leyes y la injusticia y corruptelas que padecemos, vuelven a la vida social como si cualquier cosa. Y no digamos la parcialidad de los mas encumbrados órganos encomendados a impartir justicia. Ni saben lo que es, a la vista de un buen fajo de billetes. No importa que sean verdes.

No me digan que no están asustados con el hallazgo de las fosas clandestinas en Juarez, N.L., a una orillita de la autopista a Reynosa. Cuando escucho a algunas voces describir el macabro hallazgo, la descripción de los tatuajes de los cuerpos humanos, me invade una especie de tristeza, desesperación, melancolía… creo que esto no solo no tiene remedio, sino que de facto, nos estamos impresionando o espantando, algunos se estarán acostumbrando, otros mas serán incrédulos, pero como decía aquel viejito: ya no fue bueno. Ya no vamos a quedar buenos (de juicio, de razonamiento) después de todo este sainete: tiros de gracia, decapitados, levantados, secuestrados, torturados, quemados vivos o muertos, entambados en ácidos.
Y eso, quienes queden vivos, porque a este paso, veinticincomil serán pocos.
Qué les gusta como pronóstico? Siendo conservadora, pronostico una tercera parte de la población. Entre los que se pelean entre sí, los que son “combatidos”, los llamados daños colaterales, todo es suma de bajas.

A ver quienes quedan para dar cuenta de la nueva y diferente sociedad que se tendrá que construir. Empecemos a diseñar la utopia. De otra forma no podremos ni siquiera continuar.

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